sábado, 17 de diciembre de 2016

SOÑAR ES GRATIS. Pedro Gómez

Me recuerda la fábula del rey desnudo. Es a propósito de la Crisis, con mayúscula, de nuestro partido socialista. Mucho hablar, los que tienen voz y se les oye, de lo que necesita, con palabras tan grandes como huecas, ‘el bien de España’, ‘lo primero, la gente’, ‘recuperar la calle’, ‘ahora toca pensar’, ‘ganar el futuro’… y no se dan cuenta, o sí −y no se atreven a hablar de su desnudez−, de que los problemas, y sus vías de solución, los tenemos delante de nuestras narices, mostrados también con letras mayúsculas: P.S.O.E.
No quisiera dármelas de fatuo, ni están estas líneas escritas con afán exclusivista ni mucho menos categorizador. Tengo, como dice V. Camps, mis dudas, pero también mis pequeñas convicciones. Ahí van:
P: Partido. La organización política del partido es obsoleta, está caduca, y su fecha de caducidad hace años que pasó. Posiblemente sea el primero y más contundente de los problemas que padecemos y, sin duda, es el que tira de todos los demás. Por eso tenemos que hablar de la absoluta y rotunda necesidad de conformar otro modelo de partido, en el que los liderazgos, a todos los niveles, emerjan y se consoliden, por encima de todo, por las cualidades intelectuales, profesionales y políticas de las personas, y no sólo por el sistema de cooptación establecido a través del ejercicio del poder institucional. Barones, y baroncillos, que lo son todo, y devienen en poco o nada cuando dejan de ostentar el cargo. Necesitamos líderes con alta formación, reconocidos y valorados, ante todo, en su ámbito profesional, con proyectos contrastables, con la experiencia necesaria en la gestión de equipos y políticas públicas. Personas que no hagan de la política su profesión, ni que medren en su profesión acunados en la política. Por tanto: primarias abiertas, con equipo, proyecto y currículum; limitación de mandatos; se acabaron las puertas giratorias, los cargos vitalicios…
Y necesitamos personas afiliadas y comprometidas –recelo del vocablo ‘militantes’ cuando he visto a tantos que militan bajo el ordeno y mando, a lo militar, y de lo de ‘las bases’, en contraposición a ‘las alturas’− con más cultura política. Hace mucho que dejó de importar la formación de la gente del partido, y así nos va. Sin buenos mimbres no puede haber buenos cestos. La política, querámoslo o no, es cosa de élites, en el sentido gramsciano, de los mejores. También en el ámbito de los comportamientos. Y se requiere, además, dar a los afiliados más voz y más poder de decisión –el empoderamiento de marras−.  ¿Cómo conseguirlo? La afiliación es un derecho que debe ganarse: no entra quien quiere, sino quien lo merece. Vuelta al padrinazgo, y mecanismos para evitar la perversión de las afiliaciones sectarias interesadas. Consultas directas para tomar decisiones importantes, sin caer en un obsoleto asamblearismo. Y formación, obligatoria.
S: Socialista. De todos son sabidas las dificultades que atraviesan las socialdemocracias para responder eficazmente y sin renunciar a sus principios a los grandes retos del nuevo siglo: poder absoluto del neoliberalismo, mercantil y financiero, crisis de valores y desafección de la política, corrupción, brecha social, nacionalismos de ultraderecha, deriva ecológica, movimientos de poblaciones, violencia… Necesitamos un partido socialista contundente ante todos estos retos, intransigente e incompatible con las políticas conservadoras, vengan de donde vengan; beligerante y defensor a ultranza de los derechos constitucionales, humanos; modelo de comportamiento ético; riguroso en el cumplimiento de la ley, decididamente volcado en la defensa y mejora de las libertades individuales y colectivas y en la compensación de las desigualdades.  Ni un minuto cómplice por activa o por pasiva de gobiernos conservadores, ni actuar de salvavidas, por muy encrespado que esté el mar.
O: Obrero. El partido socialista nació obrero en un país y en una sociedad de obreros y patronos. De ahí la necesaria vinculación con las organizaciones sindicales obreras. Ahora, ni los viejos sindicatos de clase son obreros, y el partido socialista se ha quedado huérfano. El reducto de apoyo social que queda es muy escaso y, con todos los respetos, manifiestamente mejorable. Por eso el nuevo partido socialista ha de dejar de ser ‘obrero’ para ser no solamente obrero, sino un partido en el que el que tiene un salario, el que lo busca, el que lo ha perdido, el autónomo, el empleado público, el estudiante, el pensionista, todos ellos, vean en él un referente para resolver sus problemas. Hombres y mujeres, trabajadores. Las políticas económicas y laborales han de ir dirigidas a lograrlo.
E: Español. Si faltaba algo para complicar más el panorama, aquí lo tenemos: español. El partido socialista continua anclado en una concepción del modelo territorial surgido de/en un periodo histórico que, si bien sirvió para asentar un Estado democrático, es ahora a todas luces insuficiente y anquilosado, a la vez que poco eficaz. Para superar el Estado de las Autonomías se habla del modelo federal, pero con la boca pequeña y con muchas reticencias. Aún queda mucho españolismo trasnochado por estas tierras. Decididamente, el partido socialista ha de avanzar hacia una nueva concepción del Estado plurinacional, con propuestas claras, no sólo con nominaciones y calificativos más o menos vistosos. Hacia una nueva Constitución donde el Estado, federal, es todo, desde los pequeños gobiernos locales. La apuesta pasa por una mayor descentralización, amplios niveles competenciales, nuevo modelo de financiación, de participación territorial en las reglas comunes. Un nuevo Senado al servicio de este modelo. Y una administración central, como en cualquier Estado federal, con las competencias justas e imprescindibles.


Espero que en un próximo Congreso, después de los turrones, y con un plebiscito previo de Primarias, tengamos ocasión de valorar y decidir quién es el candidato que con mayor brío y credibilidad asume y apuesta por dirigir el renacimiento del nuevo partido socialista con las pautas expresadas. Difícil cuestión, pues, según tengo entendido, daría por tierra el principio de R. Mitchell sobre la ‘ley de hierro de la oligarquía’, y su incapacidad para liberarse de las aristocracias, pues son ellas mismas las que hoy por hoy, tienen las riendas del poder en el partido.