Memorias de Alfonso Guerra (1991 - 2011)
Estas reflexiones corresponden a uno de los últimos capítulos del libro, esclarecedor de muchos pasajes de la historia reciente del socialismo español.
jueves, 18 de julio de 2013
lunes, 15 de julio de 2013
DECLARACIÓN DE GRANADA
Reproducimos este documento por su indudable interés, para su análisis y como tema de debate.
Declaración de Granada
UN NUEVO PACTO
TERRITORIAL: LA ESPAÑA DE TODOS
En la historia de España la
democracia y la descentralización política del Estado siempre se han necesitado
mutuamente, han sido realidades inseparables. El centralismo sólo ha logrado
imponerse sacrificando la libertad política. La lucha por la democracia ha
estado ligada a la defensa de la diversidad y la reivindicación de un Estado
plural y descentralizado; lo cual, por otra parte es plenamente congruente y
respetuoso con su propia formación histórica. España nació de la diversidad, y
sólo desde ella es posible garantizar la libertad y la convivencia entre sus
pueblos.
A partir del gran pacto político de
la Transición, plasmado en la Constitución de 1978, hemos construido entre
todos una democracia firme y estable, y un modelo de convivencia pacífica del
que nuestro país careció durante demasiado tiempo.
Una pieza esencial, uno de los
principales pilares sobre los que se ha asentado el éxito de la democracia
española, ha sido la creación y el desarrollo del Estado de las Autonomías. La
Transición fue un gran pacto político que incluía, como pieza imprescindible,
un gran pacto territorial.
El modelo autonómico español ha sido
un éxito. No sólo por su contribución decisiva a la consolidación de la
democracia, sino porque ha cambiado para bien la configuración de la sociedad
española, y ha actuado como un motor del progreso y de la cohesión, de
superación de las terribles desigualdades territoriales del pasado.
Las Comunidades Autónomas han
desempeñado un papel protagonista en la construcción del Estado del Bienestar y
en la consolidación de derechos y servicios públicos esenciales para los
ciudadanos, como la sanidad, la educación, los servicios sociales, las
pensiones o la igualdad entre hombres y mujeres.
Además, fue capaz de integrar en un
proyecto común a nacionalidades históricas definidas por sus respectivas
identidades políticas, culturales y lingüísticas.
En definitiva, el Estado de las
Autonomías, al contrario de lo que creen sus detractores, ha sido el
instrumento más eficaz de vertebración nacional y de cohesión social. Ha sido y
tiene que seguir siendo uno de los pilares más sólidos de la unidad de los
pueblos de España. Por eso, los socialistas seguimos creyendo en el Estado de
las Autonomías.
Ayudamos decisivamente a
construirlo, lo hemos desarrollado desde el Gobierno de España y desde los
gobiernos de las Comunidades Autónomas, y lo seguiremos defendiendo como el
único marco político viable de una España moderna, libre y democrática.
Pero somos conscientes de que, al
igual que sucede con otros elementos esenciales de nuestro sistema político, el
Estado de las Autonomías necesita hoy una profunda revisión y una actualización
urgente.
Y ello, principalmente, por tres
razones:
a) El Estado autonómico, tal como
quedó dibujado en la Constitución de 1978, tenía mucho de tentativo; era la
primera experiencia histórica de una transformación radical de la estructura
del Estado, y sólo su desarrollo en la práctica nos ha permitido comprobar su
funcionamiento y sus disfunciones: lo que hay que mantener, lo que hay que
reforzar y lo que hay que rectificar.
Por esa razón, la Constitución dejó
excesivamente abiertos e imprecisos algunos aspectos esenciales del modelo
autonómico, como la propia determinación de las Comunidades Autónomas, la
distribución competencial entre éstas y el Estado, el modelo de financiación,
la organización de las Administraciones Públicas o los mecanismos de
cooperación entre ellas.
El Estado autonómico contiene desde
su origen una evidente vocación federal; pero en su diseño y en su desarrollo
han faltado piezas que forman parte esencial de los Estados federales que mejor
funcionan.
Pues bien, ha llegado el momento de
llenar los vacíos, precisar lo que quedó impreciso, actualizar lo que ha
quedado obsoleto y corregir lo que ha demostrado ser disfuncional o simplemente
no ha cumplido adecuadamente su papel.
b) La aceleración del tiempo
histórico nos sitúa hoy ante realidades que hace tres décadas y media eran
inimaginables. En 1978 no estábamos en la Unión Europea, ni existía Internet,
ni nos habíamos convertido en una sociedad de inmigración, ni nuestra economía
estaba globalizada, ni existía el euro, ni había una crisis financiera global,
ni se habían universalizado la sanidad y la educación como servicios públicos,
universales y gratuitos que hay que financiar y gestionar con eficacia: de
hecho; el Estado del Bienestar estaba por construir.
Esto significa que no sólo tenemos
problemas irresueltos en nuestro sistema autonómico; sino, también, que para
estar a la altura de los tiempos tenemos que afrontar una buena cantidad de
nuevos problemas.
c) La crisis económica, además, ha
creado un enorme malestar social que se ha proyectado también sobre el conjunto
del sistema político. La sociedad española hoy cree menos en el proyecto
europeo, cree menos en el funcionamiento de las instituciones democráticas, y
cree menos en la capacidad del sistema autonómico para resolver los problemas
de los ciudadanos.
Esto ha hecho renacer entre nosotros
dos viejas tentaciones que creíamos haber superado: la tentación centralista y
la tentación secesionista. Por una parte, los que siempre vieron con recelo el
Estado autonómico, han encontrado la oportunidad de impulsar el retorno a la recentralización
y cortar las alas al autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones. Por
otra parte, el nacionalismo moderado de Cataluña ha abandonado el terreno de la
moderación y se ha pasado al campo del secesionismo. Ya no busca la mejor forma
de encajar a Cataluña como una realidad específica y diferenciada dentro de
España: busca directamente que Cataluña rompa con España.
Frente a todo ello, la posición de
los socialistas es clara y firme: el triunfo de cualquiera de esos dos
proyectos antagónicos, el que pretende recentralizar España y el que pretende
desmembrarla, sería un desastre y desataría de nuevo todas las tensiones
territoriales que durante demasiado tiempo hicieron imposible la convivencia en
libertad de los pueblos de España, además de hacer aún más difícil la salida de
la crisis.
Ni el retroceso ni la ruptura son la
solución que España necesita. Pero tampoco lo es el inmovilismo, porque hay
realidades que están ahí y no se pueden ignorar.
La solución, una vez más, es la
reforma en profundidad. El Estado de las Autonomías tiene que evolucionar,
tiene que actualizarse y perfeccionarse. Y tiene que hacerlo en su sentido
natural: avanzando hacia el federalismo, con todas sus consecuencias.
Este no es sólo el camino lógico y
constructivo; es también el único punto de encuentro posible para restablecer
el consenso territorial en España. Y por eso el Partido Socialista, en el
ejercicio de su responsabilidad, lo va a proponer, lo va a defender y lo va a
impulsar con todas sus fuerzas.
Vamos a defender un Estado de las
Autonomías del siglo XXI, con una estructura territorial de carácter federal
capaz de proporcionar todo lo que de él demandamos:
• Respeto a las identidades
diferenciadas dentro de España, compatible con un compromiso colectivo con el
proyecto común.
• Solidaridad para seguir reduciendo
las desigualdades territoriales.
• Cooperación efectiva entre el
Gobierno de España y los Gobiernos autonómicos, y de éstos entre sí.
• Igualdad de derechos básicos de
todos los ciudadanos, cualquiera que sea el lugar en el que residan. Sí a los
legítimos hechos diferenciales, no a los privilegios o a las discriminaciones.
• Y eficacia en la gestión de los
recursos públicos, lo que exige una racionalización de las Administraciones, de
todas ellas, para que éstas faciliten la vida a los ciudadanos.
Los cambios que necesita el Estado
de las Autonomía no pueden solventarse mediante simples modificaciones legales.
Si queremos hacerlo de verdad, es obligatorio abrir el camino de la reforma
constitucional. Y eso significa restablecer un nivel de consenso al menos tan
amplio como el que hizo posible la Constitución de 1978.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar a ella expresamente el mapa autonómico de España.
• Necesitamos reformar la Constitución
para clarificar y delimitar definitivamente la distribución de las
competencias, de las responsabilidades y de las obligaciones del Estado y de
las CCAA. Para acabar con la confusión actual, que genera toda clase de
conflictos.
• Necesitamos reformar la
Constitución para sustituir el Senado por una auténtica Cámara de
representación territorial, sin la que no puede funcionar un Estado de corte
federal.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar los hechos diferenciales y las singularidades
políticas, institucionales, territoriales y lingüísticas que son expresión de
nuestra diversidad.
• Necesitamos reformar la
Constitución para establecer un nuevo sistema de financiación autonómica justo
y equitativo que dé certeza, estabilidad y equilibrio al sistema de reparto de
los recursos públicos, hoy permanente cuestionado y sometido a continuas
revisiones.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar como derechos fundamentales la protección social y
la sanidad, y para asegurar la garantía de los servicios sociales básicos, de
la educación, la sanidad y las pensiones, para todas las personas que viven en
España, cualquiera que sea su origen o su lugar de residencia. Para dar
cobertura constitucional a un Fondo de Garantía del Estado del Bienestar.
• Necesitamos reformar la
Constitución para crear los mecanismos de cooperación institucional que
caracterizan a los Estados federales y de los que hoy carecemos en gran medida.
• Necesitamos también
constitucionalizar la participación de las CCAA en la gobernación del Estado y
en la presencia de España en Europa, tanto para contribuir a la formación de la
voluntad de España, como para garantizar la ejecución en sus respectivos
territorios de las decisiones que se tomen en la Unión Europea.
• Necesitamos modificar
el control constitucional de las reformas de los Estatutos de Autonomía para
que no se repita el hecho de que el Tribunal Constitucional anule parcialmente
un Estatuto que ya ha sido votado por los ciudadanos.
• Y necesitamos que la reforma
de la Constitución afecte a las Administraciones Públicas, y que incluya a la
Administración Local. Necesitamos regular constitucionalmente las competencias
de las entidades locales, reconocer su autonomía política y funcional,
articular la intermunicipalidad para apoyar a los municipios pequeños de
acuerdo con sus propias características, garantizar que el desarrollo de su
régimen jurídico se haga mediante una Ley Orgánica.
En la situación actual,
España no sólo necesita una gran concertación económica y social para salir de
la crisis. Necesita renovar el pacto para reformar el sistema político y
construir la democracia del siglo XXI. Como parte de ello, necesita un nuevo
pacto territorial, no para debilitar el Estado de las Autonomías, y tampoco para
desandar lo recorrido en estas tres décadas y media, sino para seguir avanzando
en el único camino que ha demostrado ser fructífero. Para seguir viviendo y
conviviendo juntos, que es la única forma de que salgamos adelante.
El Partido Socialista
está dispuesto a levantar esta doble bandera: la bandera de las reformas y la
bandera de los consensos. Estamos dispuestos a compartir y debatir ideas e
iniciativas, a hablar con todos y de todo, a tender puentes en lugar de
volarlos, como algunos parecen desear.
Estamos en mejor
posición que cualquier otra fuerza política para hacerlo porque es lo que hemos
hecho desde el primer día de la democracia: impulsar todas las reformas y
participar en todos los consensos.
Queremos hacerlo porque el Estado de
las Autonomías es en buena medida el fruto de nuestro esfuerzo, y la tarea de
hoy es reformarlo, precisamente para salvarlo de las tendencias contrapuestas
que lo amenazan.
Y estamos dispuestos a hacerlo
porque responde a nuestros principios y porque sentimos que es nuestra
obligación histórica con España.
Granada,
6 de julio 2013
sábado, 6 de julio de 2013
LA CORRUPCIÓN Y LA JUSTICIA
Rafael Ferrer
Desde hace algún tiempo un grupo de
personas, unidas por los vínculos de las comunes ideas socialistas y la amistad
en el mejor sentido epicúreo, nos venimos reuniendo con periodicidad irregular
en una especie de cena-tertulia, ‘Tertulians de la mar’ la llamamos por el
lugar donde se produce el cenáculo. Para cada sesión se elige un tema de
interés y se invita en ocasiones a un ponente ajeno al colectivo para que
introduzca la cuestión. A partir de esta introducción se dialoga asintiendo a
las tesis o proposiciones expuestas,
oponiéndose, matizando, presentando dudas o alternativas, siempre en un clima
amistoso alejado de la conflictividad de la vida orgánica partidaria. En la
tertulia del día 2 de julio tocó referirse al problema de “los socialistas ante
la corrupción y la justicia”.
Aparece la corrupción en este
momento de España como una nube plomiza, tóxica, ominosa, omnipresente, que nos angustia y nos nubla cualquier
perspectiva de futuro, especialmente a los socialistas que nos aplicamos la
sentencia corruptio optimi pésima, no
porque nos creamos superiores a los demás ciudadanos, sino porque en la esencia
del socialismo democrático está (debe estar) la honradez y la decencia. Razón
por la que los electores no pueden perdonarnos cuando nuestras conductas
contradicen los principios que nos definen.
No caben excusas. Los más de 1660
casos de corrupción abiertos en 798 juzgados afectan a todas las formaciones
políticas, en mayor proporción al PP y al PSOE y se extienden por todas las
Autonomías, desde Cataluña a Andalucía, pasando con detenimiento por la Comunidad Valenciana y
acabando en Madrid. Se intenta matizar, separar unos casos de otros, no es lo
mismo gestionar contratos irregularmente sin beneficiarse económicamente de
forma personal que participar en una trama empresarial montada para expoliar
fondos públicos; no es lo mismo hacer alguna gestión para desatascar un trámite
en la máquina burocrática por razón de amistad o relación política que
convertir toda una provincia en cortijo particular, incluido el aeropuerto…
Como dijo uno de los contertulios, hay una corrupción de la miseria
(refiriéndose al caso de los ERES) y está la alta corrupción de cuello blanco…
Y, sin embargo, no caben distingos
en la percepción que el ciudadano tiene de la realidad: PP y PSOE son la misma
cosa, iguales son ante la corrupción, todos roban, cada cual lo que puede. En
este punto se impone ante los tertulianos la cuestión clásica: ¿Qué hacer? Y
brotan las respuestas. Voluntariosas, radicales, idealistas…:
A partir de este momento, tolerancia
cero con la corrupción. Nadie discrepa. Pero cómo se instrumenta este
principio radical?, ¿quién da la orden?, ¿quién la hace cumplir?, ¿la vieja
guardia?, pregunta alguien. Renovación total, desde la cúpula hasta la última
de las agrupaciones locales, propone otro. ¿Dónde están esos jóvenes enérgicos,
competentes, limpios, capaces de hacerse cargo de negocio tan complejo como es
el de la política y la dirección de un partido que ha gobernado todo un país?
En el mundo político ─y en la vida en general─ no sirven las fórmulas
sincréticas y reduccionistas, replica otro contertulio.
Que sea la sociedad civil la que se
mueva y actúe de catalizador, se dice desde otra esquina. ¿La sociedad civil?
Pero eso no es más que un constructo de
la clase burguesa para ir contra el Estado, añade otro compañero que no ha olvidado
el concepto de estado ampliado de Louis
Althusser. Avanza la noche. Algo hay que hacer.
Muchas cosas que hemos hecho los
socialistas no son compatibles con la conducta que los ciudadanos esperan de
nosotros y que son inherentes a nuestra ideología. Habrá que empezar
reconociendo, confesando errores. Habrá que comprometerse con una ética sin
fisuras. Habrá que ser implacable con los incumplidores deshonestos. La
selección de los funcionarios deberá ser protegida del sistema de expolio que aplica cada partido
cuando gana las elecciones. A los órganos de control se les garantizará la
independencia…, pequeñas medidas de micropolítica que recorran a toda la
organización y la convierta en transparente para el resto de los ciudadanos.
¿Y de la Justicia ? ¿Qué podemos esperar de los jueces? Opiniones dispares. Acaso en estos momentos, dada la situación socioeconómica de los españoles y la relativa proletarización de la judicatura, se pueda esperar más que en ningún otro tiempo. Ejemplos haylos ahora de actuaciones ejemplares, expone uno. ¿De ejemplaridad hablamos? La ejemplaridad en un sistema corrupto como es el capitalismo no demuestra que se pueda en general ser honesto, sino que sólo algunos individuos particulares logran manifestarse como ejemplares para reforzamiento del propio sistema, objeta otro compañero. Y añade: el derecho, más allá de la técnica jurídica, en la cima, en última instancia (y nunca mejor dicho) es y se confunde con la política, es política en estado puro. Aquí, en nuestra ciudad, a partir del 2 de octubre se va a juzgar al señor Carlos Fabra. Según información de prensa los tres magistrados de la Sección 1ª ya fueron corregidos por el Supremo sobre el delito de cohecho. ¿No están contaminados? ¿Alguien se cree que la abstención del presidente de la Audiencia los ha limpiado de la contaminación? Vivir para ver.
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