Reproducimos este documento por su indudable interés, para su análisis y como tema de debate.
Declaración de Granada
UN NUEVO PACTO
TERRITORIAL: LA ESPAÑA DE TODOS
En la historia de España la
democracia y la descentralización política del Estado siempre se han necesitado
mutuamente, han sido realidades inseparables. El centralismo sólo ha logrado
imponerse sacrificando la libertad política. La lucha por la democracia ha
estado ligada a la defensa de la diversidad y la reivindicación de un Estado
plural y descentralizado; lo cual, por otra parte es plenamente congruente y
respetuoso con su propia formación histórica. España nació de la diversidad, y
sólo desde ella es posible garantizar la libertad y la convivencia entre sus
pueblos.
A partir del gran pacto político de
la Transición, plasmado en la Constitución de 1978, hemos construido entre
todos una democracia firme y estable, y un modelo de convivencia pacífica del
que nuestro país careció durante demasiado tiempo.
Una pieza esencial, uno de los
principales pilares sobre los que se ha asentado el éxito de la democracia
española, ha sido la creación y el desarrollo del Estado de las Autonomías. La
Transición fue un gran pacto político que incluía, como pieza imprescindible,
un gran pacto territorial.
El modelo autonómico español ha sido
un éxito. No sólo por su contribución decisiva a la consolidación de la
democracia, sino porque ha cambiado para bien la configuración de la sociedad
española, y ha actuado como un motor del progreso y de la cohesión, de
superación de las terribles desigualdades territoriales del pasado.
Las Comunidades Autónomas han
desempeñado un papel protagonista en la construcción del Estado del Bienestar y
en la consolidación de derechos y servicios públicos esenciales para los
ciudadanos, como la sanidad, la educación, los servicios sociales, las
pensiones o la igualdad entre hombres y mujeres.
Además, fue capaz de integrar en un
proyecto común a nacionalidades históricas definidas por sus respectivas
identidades políticas, culturales y lingüísticas.
En definitiva, el Estado de las
Autonomías, al contrario de lo que creen sus detractores, ha sido el
instrumento más eficaz de vertebración nacional y de cohesión social. Ha sido y
tiene que seguir siendo uno de los pilares más sólidos de la unidad de los
pueblos de España. Por eso, los socialistas seguimos creyendo en el Estado de
las Autonomías.
Ayudamos decisivamente a
construirlo, lo hemos desarrollado desde el Gobierno de España y desde los
gobiernos de las Comunidades Autónomas, y lo seguiremos defendiendo como el
único marco político viable de una España moderna, libre y democrática.
Pero somos conscientes de que, al
igual que sucede con otros elementos esenciales de nuestro sistema político, el
Estado de las Autonomías necesita hoy una profunda revisión y una actualización
urgente.
Y ello, principalmente, por tres
razones:
a) El Estado autonómico, tal como
quedó dibujado en la Constitución de 1978, tenía mucho de tentativo; era la
primera experiencia histórica de una transformación radical de la estructura
del Estado, y sólo su desarrollo en la práctica nos ha permitido comprobar su
funcionamiento y sus disfunciones: lo que hay que mantener, lo que hay que
reforzar y lo que hay que rectificar.
Por esa razón, la Constitución dejó
excesivamente abiertos e imprecisos algunos aspectos esenciales del modelo
autonómico, como la propia determinación de las Comunidades Autónomas, la
distribución competencial entre éstas y el Estado, el modelo de financiación,
la organización de las Administraciones Públicas o los mecanismos de
cooperación entre ellas.
El Estado autonómico contiene desde
su origen una evidente vocación federal; pero en su diseño y en su desarrollo
han faltado piezas que forman parte esencial de los Estados federales que mejor
funcionan.
Pues bien, ha llegado el momento de
llenar los vacíos, precisar lo que quedó impreciso, actualizar lo que ha
quedado obsoleto y corregir lo que ha demostrado ser disfuncional o simplemente
no ha cumplido adecuadamente su papel.
b) La aceleración del tiempo
histórico nos sitúa hoy ante realidades que hace tres décadas y media eran
inimaginables. En 1978 no estábamos en la Unión Europea, ni existía Internet,
ni nos habíamos convertido en una sociedad de inmigración, ni nuestra economía
estaba globalizada, ni existía el euro, ni había una crisis financiera global,
ni se habían universalizado la sanidad y la educación como servicios públicos,
universales y gratuitos que hay que financiar y gestionar con eficacia: de
hecho; el Estado del Bienestar estaba por construir.
Esto significa que no sólo tenemos
problemas irresueltos en nuestro sistema autonómico; sino, también, que para
estar a la altura de los tiempos tenemos que afrontar una buena cantidad de
nuevos problemas.
c) La crisis económica, además, ha
creado un enorme malestar social que se ha proyectado también sobre el conjunto
del sistema político. La sociedad española hoy cree menos en el proyecto
europeo, cree menos en el funcionamiento de las instituciones democráticas, y
cree menos en la capacidad del sistema autonómico para resolver los problemas
de los ciudadanos.
Esto ha hecho renacer entre nosotros
dos viejas tentaciones que creíamos haber superado: la tentación centralista y
la tentación secesionista. Por una parte, los que siempre vieron con recelo el
Estado autonómico, han encontrado la oportunidad de impulsar el retorno a la recentralización
y cortar las alas al autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones. Por
otra parte, el nacionalismo moderado de Cataluña ha abandonado el terreno de la
moderación y se ha pasado al campo del secesionismo. Ya no busca la mejor forma
de encajar a Cataluña como una realidad específica y diferenciada dentro de
España: busca directamente que Cataluña rompa con España.
Frente a todo ello, la posición de
los socialistas es clara y firme: el triunfo de cualquiera de esos dos
proyectos antagónicos, el que pretende recentralizar España y el que pretende
desmembrarla, sería un desastre y desataría de nuevo todas las tensiones
territoriales que durante demasiado tiempo hicieron imposible la convivencia en
libertad de los pueblos de España, además de hacer aún más difícil la salida de
la crisis.
Ni el retroceso ni la ruptura son la
solución que España necesita. Pero tampoco lo es el inmovilismo, porque hay
realidades que están ahí y no se pueden ignorar.
La solución, una vez más, es la
reforma en profundidad. El Estado de las Autonomías tiene que evolucionar,
tiene que actualizarse y perfeccionarse. Y tiene que hacerlo en su sentido
natural: avanzando hacia el federalismo, con todas sus consecuencias.
Este no es sólo el camino lógico y
constructivo; es también el único punto de encuentro posible para restablecer
el consenso territorial en España. Y por eso el Partido Socialista, en el
ejercicio de su responsabilidad, lo va a proponer, lo va a defender y lo va a
impulsar con todas sus fuerzas.
Vamos a defender un Estado de las
Autonomías del siglo XXI, con una estructura territorial de carácter federal
capaz de proporcionar todo lo que de él demandamos:
• Respeto a las identidades
diferenciadas dentro de España, compatible con un compromiso colectivo con el
proyecto común.
• Solidaridad para seguir reduciendo
las desigualdades territoriales.
• Cooperación efectiva entre el
Gobierno de España y los Gobiernos autonómicos, y de éstos entre sí.
• Igualdad de derechos básicos de
todos los ciudadanos, cualquiera que sea el lugar en el que residan. Sí a los
legítimos hechos diferenciales, no a los privilegios o a las discriminaciones.
• Y eficacia en la gestión de los
recursos públicos, lo que exige una racionalización de las Administraciones, de
todas ellas, para que éstas faciliten la vida a los ciudadanos.
Los cambios que necesita el Estado
de las Autonomía no pueden solventarse mediante simples modificaciones legales.
Si queremos hacerlo de verdad, es obligatorio abrir el camino de la reforma
constitucional. Y eso significa restablecer un nivel de consenso al menos tan
amplio como el que hizo posible la Constitución de 1978.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar a ella expresamente el mapa autonómico de España.
• Necesitamos reformar la Constitución
para clarificar y delimitar definitivamente la distribución de las
competencias, de las responsabilidades y de las obligaciones del Estado y de
las CCAA. Para acabar con la confusión actual, que genera toda clase de
conflictos.
• Necesitamos reformar la
Constitución para sustituir el Senado por una auténtica Cámara de
representación territorial, sin la que no puede funcionar un Estado de corte
federal.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar los hechos diferenciales y las singularidades
políticas, institucionales, territoriales y lingüísticas que son expresión de
nuestra diversidad.
• Necesitamos reformar la
Constitución para establecer un nuevo sistema de financiación autonómica justo
y equitativo que dé certeza, estabilidad y equilibrio al sistema de reparto de
los recursos públicos, hoy permanente cuestionado y sometido a continuas
revisiones.
• Necesitamos reformar la
Constitución para incorporar como derechos fundamentales la protección social y
la sanidad, y para asegurar la garantía de los servicios sociales básicos, de
la educación, la sanidad y las pensiones, para todas las personas que viven en
España, cualquiera que sea su origen o su lugar de residencia. Para dar
cobertura constitucional a un Fondo de Garantía del Estado del Bienestar.
• Necesitamos reformar la
Constitución para crear los mecanismos de cooperación institucional que
caracterizan a los Estados federales y de los que hoy carecemos en gran medida.
• Necesitamos también
constitucionalizar la participación de las CCAA en la gobernación del Estado y
en la presencia de España en Europa, tanto para contribuir a la formación de la
voluntad de España, como para garantizar la ejecución en sus respectivos
territorios de las decisiones que se tomen en la Unión Europea.
• Necesitamos modificar
el control constitucional de las reformas de los Estatutos de Autonomía para
que no se repita el hecho de que el Tribunal Constitucional anule parcialmente
un Estatuto que ya ha sido votado por los ciudadanos.
• Y necesitamos que la reforma
de la Constitución afecte a las Administraciones Públicas, y que incluya a la
Administración Local. Necesitamos regular constitucionalmente las competencias
de las entidades locales, reconocer su autonomía política y funcional,
articular la intermunicipalidad para apoyar a los municipios pequeños de
acuerdo con sus propias características, garantizar que el desarrollo de su
régimen jurídico se haga mediante una Ley Orgánica.
En la situación actual,
España no sólo necesita una gran concertación económica y social para salir de
la crisis. Necesita renovar el pacto para reformar el sistema político y
construir la democracia del siglo XXI. Como parte de ello, necesita un nuevo
pacto territorial, no para debilitar el Estado de las Autonomías, y tampoco para
desandar lo recorrido en estas tres décadas y media, sino para seguir avanzando
en el único camino que ha demostrado ser fructífero. Para seguir viviendo y
conviviendo juntos, que es la única forma de que salgamos adelante.
El Partido Socialista
está dispuesto a levantar esta doble bandera: la bandera de las reformas y la
bandera de los consensos. Estamos dispuestos a compartir y debatir ideas e
iniciativas, a hablar con todos y de todo, a tender puentes en lugar de
volarlos, como algunos parecen desear.
Estamos en mejor
posición que cualquier otra fuerza política para hacerlo porque es lo que hemos
hecho desde el primer día de la democracia: impulsar todas las reformas y
participar en todos los consensos.
Queremos hacerlo porque el Estado de
las Autonomías es en buena medida el fruto de nuestro esfuerzo, y la tarea de
hoy es reformarlo, precisamente para salvarlo de las tendencias contrapuestas
que lo amenazan.
Y estamos dispuestos a hacerlo
porque responde a nuestros principios y porque sentimos que es nuestra
obligación histórica con España.
Granada,
6 de julio 2013
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