sábado, 6 de julio de 2013

LA CORRUPCIÓN Y LA JUSTICIA

                                                                                                               Rafael Ferrer 

Desde hace algún tiempo un grupo de personas, unidas por los vínculos de las comunes ideas socialistas y la amistad en el mejor sentido epicúreo, nos venimos reuniendo con periodicidad irregular en una especie de cena-tertulia, ‘Tertulians de la mar’ la llamamos por el lugar donde se produce el cenáculo. Para cada sesión se elige un tema de interés y se invita en ocasiones a un ponente ajeno al colectivo para que introduzca la cuestión. A partir de esta introducción se dialoga asintiendo a las tesis  o proposiciones expuestas, oponiéndose, matizando, presentando dudas o alternativas, siempre en un clima amistoso alejado de la conflictividad de la vida orgánica partidaria. En la tertulia del día 2 de julio tocó referirse al problema de “los socialistas ante la corrupción y la justicia”.
Aparece la corrupción en este momento de España como una nube plomiza, tóxica, ominosa, omnipresente,  que nos angustia y nos nubla cualquier perspectiva de futuro, especialmente a los socialistas que nos aplicamos la sentencia corruptio optimi pésima, no porque nos creamos superiores a los demás ciudadanos, sino porque en la esencia del socialismo democrático está (debe estar) la honradez y la decencia. Razón por la que los electores no pueden perdonarnos cuando nuestras conductas contradicen los principios que nos definen.
No caben excusas. Los más de 1660 casos de corrupción abiertos en 798 juzgados afectan a todas las formaciones políticas, en mayor proporción al PP y al PSOE y se extienden por todas las Autonomías, desde Cataluña a Andalucía, pasando con detenimiento por la Comunidad Valenciana y acabando en Madrid. Se intenta matizar, separar unos casos de otros, no es lo mismo gestionar contratos irregularmente sin beneficiarse económicamente de forma personal que participar en una trama empresarial montada para expoliar fondos públicos; no es lo mismo hacer alguna gestión para desatascar un trámite en la máquina burocrática por razón de amistad o relación política que convertir toda una provincia en cortijo particular, incluido el aeropuerto… Como dijo uno de los contertulios, hay una corrupción de la miseria (refiriéndose al caso de los ERES) y está la alta corrupción de cuello blanco…
Y, sin embargo, no caben distingos en la percepción que el ciudadano tiene de la realidad: PP y PSOE son la misma cosa, iguales son ante la corrupción, todos roban, cada cual lo que puede. En este punto se impone ante los tertulianos la cuestión clásica: ¿Qué hacer? Y brotan las respuestas. Voluntariosas, radicales, idealistas…:
A partir de este momento, tolerancia cero con la corrupción. Nadie discrepa. Pero cómo se instrumenta este principio radical?, ¿quién da la orden?, ¿quién la hace cumplir?, ¿la vieja guardia?, pregunta alguien. Renovación total, desde la cúpula hasta la última de las agrupaciones locales, propone otro. ¿Dónde están esos jóvenes enérgicos, competentes, limpios, capaces de hacerse cargo de negocio tan complejo como es el de la política y la dirección de un partido que ha gobernado todo un país? En el mundo político ─y en la vida en general─ no sirven las fórmulas sincréticas y reduccionistas, replica otro contertulio.
Que sea la sociedad civil la que se mueva y actúe de catalizador, se dice desde otra esquina. ¿La sociedad civil? Pero  eso no es más que un constructo de la clase burguesa para ir contra el Estado, añade otro compañero que no ha olvidado el concepto de estado ampliado de Louis Althusser. Avanza la noche. Algo hay que hacer.
Muchas cosas que hemos hecho los socialistas no son compatibles con la conducta que los ciudadanos esperan de nosotros y que son inherentes a nuestra ideología. Habrá que empezar reconociendo, confesando errores. Habrá que comprometerse con una ética sin fisuras. Habrá que ser implacable con los incumplidores deshonestos. La selección de los funcionarios deberá ser protegida del  sistema de expolio que aplica cada partido cuando gana las elecciones. A los órganos de control se les garantizará la independencia…, pequeñas medidas de micropolítica que recorran a toda la organización y la convierta en transparente para el resto de los ciudadanos.
¿Y de la Justicia? ¿Qué podemos esperar de los jueces? Opiniones dispares. Acaso en estos momentos, dada la situación socioeconómica de los españoles y la relativa proletarización de la judicatura, se pueda esperar más que en ningún otro tiempo. Ejemplos haylos ahora de actuaciones ejemplares, expone uno. ¿De ejemplaridad hablamos? La ejemplaridad en un sistema corrupto como es el capitalismo no demuestra que se pueda en general ser honesto, sino que sólo algunos individuos particulares logran manifestarse como ejemplares para reforzamiento del propio sistema,  objeta otro compañero. Y añade: el derecho, más allá de la técnica jurídica, en la cima, en última instancia (y nunca mejor dicho) es y se confunde con la política, es política en estado puro. Aquí, en nuestra ciudad, a partir del 2 de octubre se va a juzgar al señor Carlos Fabra. Según información de prensa los tres magistrados de la Sección 1ª ya fueron corregidos por el Supremo sobre el delito de cohecho. ¿No están contaminados? ¿Alguien se cree que la abstención del presidente de la Audiencia los ha limpiado de la contaminación? Vivir para ver.

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